sábado, 30 de abril de 2011

De por qué voy a conmemorar el 1º de mayo

Las efemérides tienen algo peligroso: impregnan el calendario y, para quienes vivimos empeñados en no olvidar (ni en la memoria personal ni en la colectiva), pueden llegar a pesar demasiado en conjunto y pueden llegar a enraizar tanto en sus respectivos días que se vuelvan invisibles de puro obvio.
Estas amenazas se concretan en que podemos acabar más pendientes de recordar el pasado que de construir el futuro viviendo el presente y en que podemos convertir las conmemoraciones de tal o cual día (y el 1º de mayo merece, en ese sentido, una mención especial) en algo vacío, el ritual por el ritual.
Entonces, Mr. Brown no sabe qué es peor: que en EE.UU., donde empezaron los hechos que se conmemoran, se trabaje en ese 121º día del año y apenas se conozca el Día internacional de lucha por la jornada de 8 horas de 1886 o que en otros, como España, se lo llame a menudo "día del trabajo" o, engendro entre los engendros, "fiesta del trabajo". Para colmo, quien pronuncia este inquietante pseudonombre agrega, en un 50% de las veces, el apunte (pretendidamente ingenioso) "Que se llama así, aunque no trabajamos." o "Que no sé por qué se llama así, si no trabajamos.", situación que desborda al autor de estas líneas, entre la ignorancia, la frustración, el escándalo, la sorpresa autoconsciente por frustrarse y escandalizarse...
No voy a citar las declaraciones de Lingg, Parsons, Engel, Spies y Fischer durante su juicio; todas ellas están recogidas en las crónicas que José Martí hizo de aquella farsa legal y, como proyección de los acontecimientos, transmiten su energía y su tragedia con un fuego que podría abrasar cien mundos. No se trata de llamar a nadie a movilizarse en este próximo 1º de mayo cuando la mayoría de quienes no salgan ese día a la calle (y de quienes lo harán bajo ciertas banderas, ciertas subvencionadas y ya decadentes banderas) tampoco lo harán el resto del año.
Quizá sea inútil recordar que Louis Lingg se suicidó en su celda la noche antes de las ejecuciones para quitarse él la vida antes que ningún estado; que Albert Parsons, George Engel, August Spies y Adolf Fischer acabaron colgando como frutos del cadalso por el mismo motivo que Lingg se quitó la vida: por defender el socialismo y la anarquía; que los otros tres condenados en el juicio, ante el agravio comparativo (pena de muerte/prisión) para un delito que no era tal, se solidarizaron con sus compañeros y solicitaron para todos la misma pena, así fuera la muerte; que las condiciones en que trabajaba y vivía casi todo el mundo entonces (y en que lo hace buena parte de quienes tejen hoy nuestra ropa y fabrican nuestras máquinas) no deja mucho tiempo fuera del trabajo que no sea para ocuparse del hogar, intentar descansar o convalecer por las condiciones en que se vive.
Lo que se conmemora mañana, en el fondo, son los últimos 125 años de lucha por un mundo en que quepan todos los mundos y Mr. Brown, por una cuestión generacional y de sentimentalismo, no puede poner la losa sobre esta entrada sin recordar al colombiano Nicolás Neira (1990-2005) y a la francesa Zoé Aveilla (1986-2009).
A Nicolás lo mataron los antidisturbios de Bogotá, en un país donde el valor de la vida está especialmente de(s)preciado, por participar en la manifestación equivocada.
A Zoé le estallaron las sustancias que estaba manipulando y con las que quizá pretendiera fabricar una bomba, eso aún no está claro. Lo que sí está claro es que sus muertes, como las de los "mártires de Chicago" y tantas otras, fueron tan absurdas como el mundo en que ell@s y nosotr@s hemos vivido, no más. Perdemos nuestras vidas poco a poco haciendo cosas que les quitan su valor y, a veces, intentando golpear al sistema en que se enmarcan.
Para acabar la noche de Walpurgis y empezar el día del Beltaine, el más importante del calendario celta, un brindis para unir un poco más toda nuestra sangre; la suya, derramada, la nuestra, tibia y fluyendo al ritmo de nuestros corazones.

miércoles, 20 de abril de 2011

De cosas y personas

De la novela de Unai Elorriaga Un tranvía en SP que es, de hecho, la traducción al castellano que el propio autor hizo de su SPrako tranbia, cito la frase que escribe el personaje de Marcos en su diario; la mejor, según la sazón de Mr. Brown, de toda la novela:

"Puede ser que el último día que estemos vivos veamos un anuncio de detergente en televisión, y eso nos angustie más que una guadaña o cualquier otro símbolo típico, porque sabemos que los anuncios de detergentes van a seguir y nosotros no."

... Y sabemos que eso no es justo.
Más allá de consideraciones más altruistas, también nos rebelamos porque aceptar que las personas pasen y las cosas permanezcan ni siquiera es una opción. Luchamos por vivir más allá de los anuncios de detergente.

Sonreír a la Muerte

Por estos lares, se suele representar a la Muerte como un esqueleto. Qué menos, pues, que enseñarle los dientes a la susodicha, sea para sonreír o para intimidar.

Cuando a un anciano Sigmund Freud (1856-1939), le dijeron que los nazis, ya en el poder en Alemania y a pocos años de invadir su Austria, estaban quemando sus libros en cremaciones públicas, dijo:
"Cuánto estamos progresando: en la Edad Media, me habrían quemado a mí; ahora, se conforman con quemar mis libros."

Durante la segunda guerra mundial, al acabar el juicio al que se enfrentaba una miembro de la Orquesta Roja en la Resistencia húngara. Cuando usó el derecho a la última palabra para decir, puño en alto, que estaba "orgullosa de haber contribuido un poquito a la causa del comunismo en el mundo", el fiscal Manfred Roeder, de las SS, le recriminó:
Quítese esa sonrisa de la cara.
Antes, me tendrá que matar.

Cuando Juan Paredes Manot (1954-1975), Txiki, condenado a muerte como miembro de ETA-(p-m) esperaba su fusilamiento, para la mañana de aquel siniestro 27 de septiembre, sus familiares le preguntaron por el jersey azul que llevaba y que no le conocían. Lo habían tejido para él las presas de aquella misma cárcel, la Modelo de Barcelona, todavía hoy en pie. A él también le parecía que era bonito; con una sonrisa, añadió "Es una pena que se vaya a agujerear".

viernes, 15 de abril de 2011

Museo del coraje: el manco de La Pesquera

Aunque al día ya le queden pocas horas, aprovecho que hoy se cumplen 103 años del nacimiento del "Manco de La Pesquera" para hablar de él y, claro, de lo que representa su historia.
Basiliso Serrano Valero, alias "el Manco de La Pesquera", nació, pues, en ese pueblo conquense el 15 de abril de 1908 y murió ante un pelotón de fusilamiento formado por seis guardias civiles, en Paterna (Valencia) el 4 de noviembre de 1955. Esto último deja claro, desde luego, que no escribo esto porque le conociera personalmente. Y, entonces, ¿qué? ¿Fue un importante científico, un gran ingeniero o arquitecto, un memorable profesor... ? Nanay. ¿Un brillante escritor...? Tampoco, de hecho, en el principal sitio web de homenaje a Basiliso (del que Mr. Brown ha sacado y editado la foto que preside esta entrada, me he tomado esa libertad) aparecen varios poemas que el Manco escribió "en la sierra" y que el autor de estas líneas sólo puede encontrar mediocres. Pese a lo cual, le da igual si escribía poemas mediocres o cuartillas rellenas con la frase "Ahí se mueran todos los que se hacen llamar 'Brown' o cualquier cosa parecida", Basiliso seguiría siendo, con mucho, uno de esos personajes ante los que Mr. Brown se quita el sombrero.
Ya he hablado del pelotón del fusilamiento y he dejado caer lo de "la sierra", así que más vale entrar en detalles, porque lo importante no es cuándo, dónde o cómo muere un@, sino cómo vive. Y Basiliso, anarquista y militante de la CNT, participó en la revolución que se operó en muchos puntos de España a partir de julio de 1936, aprovechando el vacío de poder creado por el golpe franquista, la desidia republicana y la acción contraofensiva de much@s revolucionari@s. Por desgracia, para much@s, la renovación revolucionaria se mezclaba con las ganas de venganza y era un buen momento para matar a todo aquel al que se considerara contra-revolucionario (políticos de derechas, empresarios, encargados, terratenientes, miembros de la Iglesia Católica ... ). En el caso concreto de La Pesquera, donde fueron bien recibidos los milicianos anarcosindicalistas que venían de la ciudad con ganas de depurar ("¿Quién sobra aquí?"), se cuenta que el Manco soltó algo tan sencillo como sorprendente: "Aquí no sobra nadie, falta pan y faltan brazos, compañeros". El terrateniente, el cura, el cabo de la guardia civil, típicos granos en el culo de todo pueblo español que se preciara, carne de paredón o de exilio a "la otra España" en aquellos días, en aquellos pueblos, se salvaron (como mínimo, en parte) de acabar igual gracias a la intervención de Serrano. Trabajaron en el campo como los demás y vivieron como los demás.
Como una tercera parte de la España antifascista, la provincia de Cuenca cayó bajo el empuje de las tropas de Franco y la rendición de Madrid en los últimos cuatro días de marzo de 1939.
En aquel momento, Basiliso, que ha combatido contra la cruzada, debe de ser muy odiado más allá de La Pesquera, tanto por su papel destacado en la CNT local antes de la guerra, como por el que ha jugado durante esta, en el pueblo y en el frente, porque es acusado de pertenecer a la creciente guerrilla, pese a que en realidad está oculto en La Pesquera, cosa que, en un primer momento, fingen desconocer tod@s... incluido el cabo de la Guardia Civil (que acabará por ser enviado a otro destino por sus superiores), el párroco y el cacique local.
Cuando se le empieza a acusar de muertes, cuando se le avisa de que ya han detenido, como quien dice, a medio pueblo (incluidas las figuras "respetables" mencionadas) para intentar encontrarle y hacerle pagar por algo que probablemente no haya hecho; cuando la presión en torno a su pista es tan evidente y las palizas a sus familiares, habituales, Basiliso acaba por huir al monte como tantos otros y, al cabo de poco tiempo, un 15 de febrero de 1946, contacta con una partida de maquis. Aquel fue el año en que la guerrilla española toca techo, con las incorporaciones y reincorporaciones de veteranos de la Resistencia francesa y cierta ilusión respecto a una posible derrota militar del régimen franquista. En esta zona en que se unen Cuenca, Valencia y Teruel hay muchas y grandes partidas, que se coordinan en la Agrupación Guerrillera del Levante y Aragón o AGLA y que tiene la particularidad (dentro de que la formación política con más ascendencia sobre la mayoría de sus partidas sea el PCE) de ser bastante heterogénea en cuanto a las ideas de sus miembros y de estar lo bastante consolidada como para tener un periódico propio y una academia de guerrilla.
No obstante -y esto sólo lo sabemos desde el tiempo transcurrido- el maquis estaba en decadencia y, por más que aún hubiera incorporaciones, caín hombres y mujeres, caían partidas, redes y agrupaciones enteras. El 27 abril de 1952, Basiliso Serrano Valero es capturado cuando ya se disponía a marchar a Francia y tras ser juzgado y condenado a muerte por un tribunal militar, ya está dicho, más de tres años después, lo matan a sus 47 años. Muere con fama de bandolero (es uno de los casos en que más se ahondó en esa idea del partisano como delincuente común) y de haber matado a más de treinta personas, entre guardias civiles, chotas y demás.
Tengo que acabar con las palabras de algún indeterminado "recolector de historias" que recogía, a su vez, Pedro García Olivo en El husmo:

En La Pesquera, todo el mundo me habló bien del Manco. Y cuando les dije que se habían escrito libros en los que se le acusa de ser el responsable de treinta y tantas muertes, sus paisanos se alzaron de hombros. A un campesino con el que estuve paseando largo rato por las afueras del pueblo, se le escaparon estas palabras 'Si es verdad eso, aún mató a pocos. Ustedes, los de la ciudad, no saben la de perrerías que nos hicieron pasar algunos ricachos después de la guerra. Son los amos hasta del aire que respiramos. Y eso, no se le olvide, dura desde el año 1939'.

miércoles, 6 de abril de 2011

Elogio de las manzanas y de Santiago Alba Rico

Publicó el gran Santiago un artículo el pasado 9-III titulado Elogio de las manzanas. Como otros escritos suyos, vale mucho y quizá un indicio sea que empieza con la frase "El mal es una manzana". Pero, si tuviera que elegir un solo indicio de la grandeza del texto, no sería tanto esa chocante frase como este fragmento:

Hace falta un gran optimismo mundano -adicción a lo concreto- para cuidar a un enfermo en Auschwitz, para pelar una patata en Hiroshima, para cantar a un bebé en Palestina, para quitar el polvo a una mesa en Dresde, para enseñar a leer a un niño en Bagdad, para volver a relatar el mundo, cada mañana, en medio de la guerra.

Estáis invitad@s a leerlo aquí:
http://rebelion.org/noticia.php?id=123882

[El cuadro que propongo es Las dos mujeres, pintado por Rafael Zabaleta (1903-1960) en 1958.]