martes, 27 de diciembre de 2011

Elogio de Joseba Sarrionaindia

A la hora de hacer una interpretación forzada de un texto literario, uno de los clásicos es confundir la obra y la persona.
De eso sabía mucho Louis-Ferdinand Céline, cuyo Viaje al fin de la noche fue quizá el mayor acontecimiento de la literatura francesa de 1932 y años siguientes... y cuya trayectoria posterior resultó ser judeófoba y filonazi. En una entrevista grabada en 1959, el prestigioso Céline, convertido en un sexagenario de aspecto mefistofélico y de trato incómodo para casi cualquiera, se preguntaba qué le importaba a él si el tipo que había fabricado la cámara era rubio, cornudo o pederasta (recuérdese: hay dos acepciones bien distintas, aunque poco importa en este caso) a la hora de utilizar la máquina, mientras esta funcionara bien.

A efectos literarios, la máquina literaria de Céline funcionaba bien... y lo mismo pasa hoy día con Joseba Sarrionaindia. Hace unos meses tuvimos la enésima polémica sobre premiar a un escritor que es tan conocido por su obra como por haber sido integrante de un comando de ETA-(m) hace ya 31 años y por haberse fugado de la cárcel donde cumplía su condena hace ya 26.
La figura de Sarri incomoda de una manera distinta a la de Céline. El vizcaíno no participó ideológicamente de ninguna empresa criminal, lo hizo a todos los efectos: investigó a un empresario al que su organización acusaba de no pagar el "impuesto revolucionario", de modo que otros pudieran secuestrarlo para conseguir el dinero reclamado. Después, ha seguido poniendo su pluma y su voz al servicio del conjunto de exiliados y deportados del MLNV. Entre medias, además de todo ello, ha desarrollado una carrera de escritor y traductor literario que ha hecho de la suya una de las plumas más reconocidas en lengua vasca.
Lo peor no es eso. Ni siquiera el barniz romántico que le da a sus textos su historia (un fugitivo que publica durante décadas desde una ignota clandestinidad, después de haberlo hecho desde la cárcel durante cuatro años) es lo peor, aunque escueza mucho esa burla sostenida. Lo peor es el ojo poético con que mira este mundo nuestro y el talento con que cuenta lo que ve, imagina, sueña... Si el mundo real se está yendo a la mierda, uno de los cuatro jinetes del apocalipsis es la mediocridad, la misma que no ve soluciones allá donde los problemas cavan sepulturas, la misma que dice que nada es malo porque podría ser aún peor, la que dice que siempre hay que tener miedo, que la imaginación es cosa de ingeniería y regalos de "amigos invisibles" y que dice que "poesía" es rimar y que la lucha contra el aburrimiento es una lucha menor.
En medio de este campo de batalla, claro, resulta muy irritante el autor de poemas como Aspaldian utzitako zelda (La celda que dejé hace tiempo), Esklabu erremintaria (El esclavo herrero) o Sagarroiak (Los erizos), que pasea su pluma evitando la mies ya trillada. Ni se digna a publicar escritos pensados para venderse como churros, ni a encaramarse a una torre de marfil de intelectualidad no-apta-para-la-plebe, ni siquiera se presenta a entrevistas (la del libro Cinco escritores vascos, cuya fotografía ilustra esta entrada, la hizo respondiendo por escrito a un cuestionario de Hasier Etxeberria), firmas masivas de ejemplares, entrevistas cara a cara o ruedas de prensa...
Joseba Sarrionaindia es un grano en el culo de muchos intelectuales de chichinabo que no consiguen tanto y menos aún con tan poco. Con una trayectoria de etarra nada excepcional, sí ha resultado ser excepcional como escritor y serlo, además, utilizando una lengua maltratada.
Pica, ¿verdad?

viernes, 23 de diciembre de 2011

Nombres, números, ruinas, ...

Hace casi cuatro años que leí un artículo de Santiago Alba Rico titulado Las reglas del caos.
Ni siquiera está el texto íntegro, pero la versión que leí y que comparto con quien lea esto ya dice -en el magnífico estilo de Alba- mucho de lo que hay que decir sobre muchos temas: las identidades personales y colectivas, la deshumanización del otro y la devoción por los números, la violencia (contra las construcciones y las personas) como política, ...

En ese texto, que era la contribución de Santiago A. R. al libro Iraq bajo ocupación: destrucción de la identidad y la memoria, el autor abordaba temas que tienen que ver con la condición humana en cualquier contexto, sin importar su lugar o su tiempo, pero lo hacía a partir del ejemplo muy concreto del Iraq ocupado.
Por eso he vuelto más a él últimamente: cuando se acerca el noveno aniversario de la invasión de la tierra que fuera cuna de Sumer, Akkad y Babilonia, la coalición de invasores que encabezaran Australia, Reino Unido y, sobre todo, EEUU, anuncia la retirada del grueso de sus tropas y el compromiso de seguir apoyando el régimen constituido por quienes han medrado a su sombra. Probablemente sea un ejemplo inmejorable: tras doces año de bombardeos y embargo, Iraq fue invadido, saqueado de sus riquezas minerales, expoliado de sus tesoros arqueológicos, infestado de agentes de seguridad privados extranjeros, escuadrones de la muerte autóctonos y catetos taqfiristas deseando salvar sus almas con la sangre de quienes no creen como ellos, convertido en un festín de torturas, asesinatos y desapariciones polític@s y/o sectari@s. Si Iraq tiene una deuda con el neocolonialismo, es por haberle convertido, a un país de menos de 30 millones de habitantes, en el país con más exiliados y desplazados internos del mundo, uno de los más corruptos, uno de los que tiene más habitantes encarcelados, prisioneros militares o desaparecidos y uno de los que tiene mayor porcentaje de población en la policía, el ejército o los servicios de inteligencia. Uno de los países donde es más peligroso ser profesor universitario o donde más a menudo los médicos y enfermer@s marchan al exilio, pese a lo necesari@s que allí son, porque ell@s también quieren ganarse la vida y no perderla.

A l@s ocupantes y a sus colaboradores, enhorabuena. Habéis convertido un país en algo parecido a un cráter.

http://www.iraqsolidaridad.org/2009/docs/23_01_08_iraqocupa.html

domingo, 18 de diciembre de 2011

La literatura y la vida

Me pasan, recomendado, el documental José e Pilar. Mucha gente lleva esos nombres de pila, pero estamos hablando de José Saramago y Pilar del Río, el Nobel de literatura y la periodista y traductora y que fue su compañera, agente y, claro, traductora.
El rodaje de la película consistió en seguir a la pareja durante casi dos años (de 2006 a 2008) en el cénit del reconocimiento a don José, ese señor que tuvo claro que iba a ser escritor a los sesenta años y lo hizo. Más allá de lo que pueda haber de tierno en la película -y algo hay, obviamente- o de lo chocante que pueda ser ver a Saramago como lo que ya era (un lúcido y agudo octogenario sumido en una mezcla de vida cotidiana de jubilado con actividad frenética de figura mediática, sin faltar actitudes e incluso gestos que tod@s hemos visto a nuestr@s abuel@s, o a l@s de otr@s), más allá de todo eso, en el fondo, está la humanidad de ambas personas, sus diferencias y el hecho de que estas, en gran medida, reflejan las diferencias de cada uno de ell@s en sí mism@ y las de muchas otras personas.
En la que quizá sea mi secuencia favorita, José Saramago, hablando de Pilar, dice:
Yo tengo ideas para novelas… y ella tiene ideas para la vida… y yo no sé qué es lo que es más importante.

martes, 13 de diciembre de 2011

La vida mancha

Georg Elser pasó sus últimos años, más de cinco, recluido en Dachau como "prisionero especial" antes de ser fusilado.
Por sus rodillas de trabajador, de trabajador del tiranicidio, de la tragedia de un hombre al servicio de la causa de millones. Lo siento si a alguien le chirría este tono épico, pero es lo que hay: Elser visitó la cervecería Bürgerbräukeller -a la que sabía que Hitler acudiría- varias veces por semana durante tres meses, calculando minuciosamente y cavando, de rodillas en el suelo (curiosamente, era un cristiano devoto), la cavidad en que ocultar la bomba que debía matar al Führer. Robó explosivos de su trabajo y buscó un empleo nuevo en el que poder robar más explosivos sin llamar la atención. Puso sus conocimientos de relojería y química explosiva al servicio de La Bomba, fabricó una de prueba y la hizo estallar en una finca de sus padres para asegurarse de estar en el buen camino, calculó la operación con todos sus pormenores y pasó al menos treinta mañanas vaciando la columna que albergaría el artefacto. Al final, Hitler no murió por aquella explosión (como sí lo hicieron ocho miembros de su partido) y el joven carpintero fue detenido antes de poder salir del país. Después de todos los indicios que apuntaban a él, sus rodillas fueron la confirmación: estaban magulladas después de decenas de sesiones de trabajo con aquella maldita columna. La expresión es "dejarse los cojones en algo", como podría decirse algo sobre "tenerlos bien puestos", etc., pero lo que Georg tenía eran las rodillas gastadas de hacer lo que alguien tenía que intentar hacer y lo que se dejó en ello fue la vida. Si existiera algo como Valhalla, espero acabar allí y conocernos en persona, mein brüder.

No fue el único: a lo largo de la década de 1970, la guerrilla nicaragüense del FSLN fue ganando en fuerza a lo largo y ancho del país. A medida que la Guardia Nacional se desesperaba por dar caza a "los muchachos" sandinistas como fuera, se normalizó el ejecutarlos sin juicio en función de sospechas. No pocos muchachos de la guerrilla fueron pasados por las armas por tener las rodillas y los codos magullados de reptar por el terreno.

La vida, en fin, deja marca y la lucha, también. Si los conflictos y decisiones dejan huellas psíquicas, elegir la barricada contraria al Poder, ya está dicho, deja huellas físicas que le pueden llevar a uno al cadalso.
Mucho antes del FSLN y de G. Elser, la Commune de París acabó con aplastante derrota. Entre el exilio de cientos y la deportación a Nueva Caledonia de miles... los fusilamientos de decenas de miles, la mayoría, en los distritos orientales de París y, especialmente, en callejones y espacios abiertos (el primero, el cementerio Père-Lachaise) que en la "semana sangrienta" del 21 al 29 de mayo de 1871 serían conocidos como "abattoirs" ("mataderos"). Y, entre los verdugos, destaca el General De Galliffet, cuyo criterio a la hora de matar o no prisioneros no se conoce al cien por cien, pero sí en un detalle: ordenó fusilar a todos los que tuvieran canas. Si las tenían, tenían edad suficiente para haber vivido ya dos insurrecciones: 1848 y 1871, eran "más culpables que l@s demás" (palabras de De Galliffet), tenían demasiada experiencia combativa para permitirles sobrevivir.
Louis-Auguste Blanqui ("l'Enfermé", "el encerrado"), detenido en Burdeos, no llegó a ser fusilado gracias a su avanzada edad, su estado de salud y su prestigio, pero pasó ocho años más en la cárcel. Digo "más" porque ya había pasado 25, de los 66 que tenía.

La vida mancha, desgasta, deja sus muescas en nuestra carne y nuestro ánimo. Y -aún entre tanto desgaste, tanta salpicadura de barro, sudor, lágrimas e incluso sangre- quien realmente vence al miedo, brilla.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

De Onfray a Nietzsche y de este, a la Tierra

Anda Mr. Brown leyendo el Tratado de ateología de Michel Onfray (en apreciable traducción de Luz Freire, gracias por preguntar) y, si el propio libro ya es (aún) más interesante de lo que el título podría dar a entender, lo primero que un@ se encuentra es la cita de Nietzsche que se lee un pelo más abajo.
Sí, volvemos a Friedrich Nietzsche porque, aunque su concepto de las relaciones sociales no fuera muy humanista, esta bofetada es muy humana y es de lo más desalienante y refrescante que uno puede leer sobre el tema... y ya tiene más de 120 años:

El concepto de «Dios» fue inventado como antítesis de la vida: concentra en sí, en espantosa unidad, todo lo nocivo, venenoso y difamador, todo el odio contra la vida. El concepto de «más allá», de «mundo verdadero», fue inventado con el fin de desvalorizar el único mundo que existe, para no dejar a nuestra realidad terrenal ninguna meta, ninguna razón, ningún quehacer. El concepto de «alma», de «espíritu», y, en fin, incluso de «alma inmortal», fue inventado para despreciar el cuerpo, enfermarlo –volverlo «santo»– para oponer una espantosa despreocupación a todo lo que merece seriedad en la vida, a las cuestiones de alimentación, vivienda, régimen intelectual, asistencia a los enfermos, limpieza, clima. En lugar de la salud, la «salvación del alma», es decir, una folie circulaire [locura circular] que abarca desde las convulsiones de penitencia hasta las histerias de redención. El concepto de «pecado» fue inventado al mismo tiempo que su correspondiente instrumento de tortura, el concepto de «libre albedrío», para obnubilar los instintos, con el propósito de convertir en una segunda naturaleza la desconfianza hacia ellos.

Friedrich Nietzsche, Ecce homo, «Por qué soy un destino», § 8

viernes, 2 de diciembre de 2011

Un animal feliz

Un señor interesante llamado Pedro García Olivo, entre lo nihilista, lo antirracionalista y lo atormentado, comentaba en su libro Desesperar que, de preguntarle alguien si esperaba algo de su hijo o si quería que fuera de alguna manera, respondería: "De él no espero nada. Me gustaría que fuera un animal feliz".

La verdad es que vivir implica tomar constantemente decisiones, a veces más banales y otras veces con mayores implicaciones y, con el paso del tiempo, el peso de todas las decisiones tomadas, las descartadas, sus porqués, los recuerdos de todo lo hecho y todo lo vivido garantizan una psique sobrecargada. Un recurrente dolor de cabeza, no siempre metafórico.
Así pues, ¿se puede ser un animal racional y no sufrir una neurosis por ello? No me atrevo a decir que sí, intento vivir esa posibilidad pero, de momento, tengo que tomarla como una dirección en la que avanzar y no un punto al que pueda llegar.
Quizá es eso lo que intentan superar tantas personas emborrachándose o colocándose en algún otro estado parecido con estupefacientes (por una vez, este término tan añejo sí parece adecuado). Es absurdo, claro: el raciocinio no esquiva las consideraciones previas sobre la decisión de darle esquinazo al propio raciocinio con unos cuantos tragos y -quizá menos importante, pero no menos real- tampoco desaparece después, al contrario, reaparece con más elementos de juicio para futuras decisiones.
Aunque inventáramos una droga definitiva que nos "liberara" de la libertad-responsabilidad de tomar decisiones, tendríamos que vérnoslas con la propia decisión de tomarla o no.

En todo caso, si existieran múltiples vidas por las que alguna sustancia dharmática nuestra pasara, yo me pediría no tener que pensar más que en conseguir comida, dormir, copular cuando el instinto lo pida y alguien de mi especie se preste, retozar en la arena, el arroyo o el lodazal, defender a la manada, cuidar a las crías, buscar cobijo. No pensar, dejarme llevar por la vida hasta que fuera la vida la que se me llevara a mí por delante.
Un animal feliz. Eso es lo que querría ser.